PELÍCULA: Rojo como el cielo.
Breve relato y análisis:
Ambientada en
los años setenta y representando la historia real del prestigioso ingeniero de
sonidos Mirco Mencacci, el personaje central de la película ROSSO COME IL
CIELO, Mirco Balleri, es un niño de diez años, hijo único de una familia
humilde, de la comuna italiana de
Pontedera, en la provincia de Pisa perteneciente a la región Toscana.
Inquieto, sagaz, amante del cine, al
que iba junto con su padre, un día estando solo en la cocina de su casa concibe
la idea de tomar un rifle colgado en lo alto por sobre la alacena subido a una tarima improvisada por una silla
y un banquito. Mirco trastabilla, el rifle largo y pesado para un niño de diez
años, se le escapa de las manos, pega de culata en el suelo y como estaba
cargado, se le dispara en su cara. Sobrevive al hecho con pequeñas lastimaduras
en la piel, pero con, la secuela de habérsele
disminuido severamente su agudeza
visual al punto que sólo puede ver la luz y los colores. No distingue ni
rostros, ni formas, ni detalles. Es como si viera a través de un vidrio
empañado.
Regulado por ley, en la Italia de los setenta, las
personas consideradas discapacitadas no pueden asistir a una escuela pública. La integración como estrategia de la
normalización que reconoce el derecho de las personas discapacitadas a tener un
proyecto de vida igual al de las personas sin discapacidad aún no había
llegado. Lo que una década después se considerará como una necesidad educativa
especial centrando la atención en las ayudas que necesita el alumno, más que en
el déficit que porta no es una idea
que tenga cabida en esta historia. La impronta médica prevalece y no da lugar.
El destino de Mirco será un internado para niños ciegos. Institucionalizado, segregado, clasificado. El instituto Cassoni,
en la ciudad de Genova. Rígido, religioso, dirigido por un no vidente que
perdió su facultad de ver siendo ya adulto. Allí está destinado a aprender
braile, telar, y otras manualidades, que según el director, serán las que le
permitirán sobrevivir cuando adulto. Sin
más, la escuela se avoca a compensar un déficit del cual sólo es responsable el
niño. Cuestionar el contexto, aspirar a que se desarrolle en algo que le guste,
son manifestaciones extemporáneas que no tienen lugar. El resto residual de
visión que Mirco tiene no es considerado como algo que se pueda aprovechar. Para los padres, interesados en que su
hijo logre la educación básica elemental, dejarlo en un lugar tan alejado y
solo es tan doloroso como para él. Sin mediar asistencia psicológica para
elaborar su duelo, ni períodos de adaptación, Mirco queda como internado del
Cassoni.
Desde un primer momento, Mirco
demuestra que no será un niño internado que fácilmente cumplirá con las rígidas
reglas del establecimiento, por lo tanto es vigilado, sentado en el primer
banco para verlo de cerca y seguir sus pasos.
La posibilidad que no perdió de ver luz y color será su primera y
secreta cómplice.
Mirco elude
esa vigilancia, se hace amigo de la hija de la portera del colegio, Francesca,
la que le enseña un pasadizo para salir de ella, por donde entran y salen, un
lugar donde guardan trastos viejos que les sirve como refugio, primero, para
sus encuentros y luego para sus creaciones con sonidos. En la primera escapada
que Mirco y Francesca hacen de la escuela, conocen a un egresado del internado,
adulto, que trabaja en el alto horno, también ciego, Ettore, quien conoce las
prácticas de la escuela y la idiosincrasia del director. Ya fuera de la
escuela, Ettore no se dedicó a ganarse la vida con un telar.
Una original resolución de una tarea
escolar, una composición sobre el tema las estaciones del año, deja entrever,
la excepcional habilidad de Mirco para recrear sonidos. Grabándolos y combinándolos con el sencillo recurso de un
grabador de bobina abierta, y unas cintas que corta con tijera y ensambla con
cinta adhesiva imitando la técnica del telar, desarrolla una “composición
auditiva” habiendo recopilado y compaginado sonidos de la naturaleza
característicos de cada estación del año. Viento, lluvia, hojas secas, gorgojeo
de animales, nada falta en ella.
Habiendo sido descubierto que los
materiales, grabador y cintas, fueron robados con la ayuda de un compañero del
armario del director, lejos de considerar
ese trabajo hecho con sonidos como un canal de expresión singular y
necesario para el desarrollo de capacidades lógicas de un no vidente, el
director, enojado, lo reprende severamente delante del maestro y de sus
compañeros de clase. Después de este episodio, Mirco, entra en estado depresivo, el niño se queda
en su habitación y ni siquiera quiere comer.
El acoso de la educación religiosa
tampoco lo ayuda, la lectura de oraciones, las referencias al infierno, la
culpa, los castigos, las recompensas basadas en juntar granos de maíz a cambio
de una “buena” acción, genera arduas tensiones con las que el niño también debe
lidiar. No obstante la reflexión de Mirco y su pensamiento creativo siguen en
pie, lo que le lleva a retrucar las envestidas clericales con frases como “si
Dios me hubiera querido bien no me habría dejado jugar con aquella arma”.
Este comportamiento, que es
considerado inconveniente por el director, es informado a sus padres, de donde
surge la intención de retirarlo del instituto para que aprenda con profesores
particulares en la casa. Se desiste, no
pueden pagarlo. Para los laicos discapacitados y pobres no hay escuela pública
ni laicidad gratuita y la iglesia, como siempre, se ocupa de llenar ese vacío.
Es el maestro, Gullio, quien le reconoce a Mirco que su investigación
sobre los sonidos de la naturaleza fue prematuramente calificada negativa y le
regala su propia grabadora de cinta abierta a cambio de que aprenda braile.
Su madre lo visita en la escuela, y el
dolor de la doble pérdida, la facultad de ver y la cercanía familiar, no
cesa.
No obstante, con su inquieta creatividad
y acompañado por sus amigos, Mirco desarrolla su segunda producción hecha con
el grabador que le regaló el maestro. Esta consiste en ponerle sonidos a una
historia inventada y relatada por su amiga, Francesca: pasos dados sobre hojas
secas, puertas que se abren, gaviotas que aletean, gritos y enojos. Luego
incorpora a esta producción a fin de sumar distintos tonos de voces para los
personajes, a los compañeros de colegio que quedan decepcionados fuera de la
preparación del acto de recepción de padres de la escuela. Ettore colabora
dejándole grabar los intensos sonidos de la fábrica de acero. Su maestro los inicia en la música con el
piano.
La aventura no se acaba en la
grabación de una narración, se escapan al cine acompañaos de Francesca, escuchan
una película cómica que hace reír a la sala llena, les llama la atención hasta
las diferencias en las risas que escuchan del público. A esta altura de los
acontecimientos, ya no hay más que esperar, Francesca y Mirco se ponen de
novios.
Se avanza en la grabación de la
historia inventada por Francesca agregándoles sonidos de todo tipo, hasta que,
tan ingeniosa y aprovechable labor es descubierta por el director quien
responsabiliza a la portera por dejar que su hija vidente descarríe a los
muchachos. Mirco será expulsado de la escuela.
Francesca busca ayuda en Ettore. Inmediatamente, una manifestación de estudiantes
y trabajadores unidos contra la gestión del Instituto Cassoni se congregan
frente a sus puertas para pedir la “reforma de la escuela”. El director está en
problemas, si no se admite al estudiante expulsado –Mirco- se cierra el alto horno de la comuna.
Acéfalo el instituto, el maestro Gullio se ocupa de la recepción de padres
para la audiencia. Se reemplazarán los recitados del encuentro que había prescripto el ahora destituido director por, la
historia de sonidos inventada por Francesca y sonoralmente ambientada por un
gran grupo de alumnos del internado, bajo la dirección de su inspirador, Mirco.
En el escenario, sólo sombras detrás
de una gran tela blanca, frente a un auditorio de familiares videntes con los
ojos vendados. Así, tiene lugar, un despliegue de sonidos y de sentidos, los
que por un lado, desmienten la falacia de que “La libertad es un lujo que los
ciegos no tienen permitido” y por otro, reafirman que “si tenemos cinco
sentidos porque usar sólo uno” junto con, “la fantasía y el derecho a al
normalidad es algo que ninguno debe nunca renunciar” ya que “en la vida hay que
decir lo que uno lleva adentro, y si a alguien no le gusta, uno no tiene que
lamentarse”.
“En 1975,
después de numerosas presiones, el estado italiano aprobó la ley que prohibía
las escuelas para ciegos y permitía a
los no videntes estudiar en las escuelas públicas. Mirco salió de la escuela a
los 16 años, si bien no ha recuperado la vista, hoy es uno de más reconocidos
editores de sonido del cine italiano”.